
11 Nov mi parto inducido
Hoy te cuento te mi experiencia de parto inducido. No es precisamente el parto más bonito del mundo pero es una experiencia que me cambió la vida, y una experiencia que, hablando con otras mujeres no es un caso aislado.
Isabel nació por inducción, y sinceramente, cada día tengo más claro que ni la inducción era para mí, ni la inducción era para Isabel. Creo que en nuestro caso, nos destrozó ese momento único que es el parto. Y creo que fue porque las necesidades de mi cuerpo y de Isabel no estaban contempladas en un protocolo de un hospital. Un hospital que por cierto, al estar en Reino Unido, nos dio algo más de tiempo que si hubiera sido en España.
El día 26 de diciembre de 2019 yo comenzaba mi semana 42 oficialmente. Aunque a día de hoy sigo creyendo tal y como dije repetidamente a cada una de las matronas que iba viendo, que era mi semana 41. Yo sentía que no estábamos listas y quería darle a Isabel todo el tiempo ella necesitara.
La verdad es que desde la semana 40 empecé a tener bastante presión, la inducción era un escenario que no quería para nada. Me había preparado con hipnoparto, lo que hizo que tuviera confianza 100% en que mi cuerpo pudiera parir y mi hija supiera nacer. Sabía que se podían dar diferentes escenarios a la hora de parir y que todos podían ser positivos, pero yo al menos, quería intentarlo de forma natural en el agua. Era lo que realmente sentía que era lo mejor para nosotras.
Esa misma noche, fui al baño y vi mi braguita un poco húmeda, como si hubiera caído una gota de agua y se hubiera extendido en la tela. Yo ya sabía lo que eso significaba. Y tan feliz me fui a dormir. A la mañana siguiente, nada más despertar, se lo dije a mi pareja, y como teníamos monitores, no tenía preocupación alguna. Al llegar al hospital me reconocieron y confirmaron mis sospechas. Era líquido amniótico.
Me mandaron para casa, y me dijeron que si no me había puesto de parto antes, a las 22:00 tenía que ingresar para una inducción. Volvimos a casa y salimos a comer con mis padres. Me acuerdo que el simpático de el camarero nos preguntó si teníamos planes para esa noche. Cuando le dijimos la respuesta se quedó a cuadros. Yo recuerdo estar muy tranquila y segura de que todo iba a ir bien.
A las 10 de la noche partimos hacia el hospital. No tenía ganas pero iba sin miedo alguno y muy positiva. Sobre las 11 me pusieron las prostaglandinas, y pasé gran parte de la noche durmiendo. Teníamos que descansar.
Temprano por la mañana me transfirieron a mi habitación en la cual supuestamente iba a dar a luz. Era amplia, y para ser de hospital puedo decir que era acogedora. Ahí es donde conocimos a Emma, la matrona que nos acompañó en todo el proceso. Durante la mañana no tuve contracciones, por lo que Emma me dijo que tenían que poner oxitocina para provocar el parto, ella me explicaba en qué consistía todo muy amablemente y siempre me pedía mi autorización. Yo a esas alturas ya no sabía cual era la mejor opción, y la presión de cualquier riesgo para Isabel estaba ahí. Emma me aconsejó que me pusiera la walking epidural porque las contracciones provocadas artificialmente por la oxitocina sintética son bastante más fuertes que las que provoca tu cuerpo naturalmente al dar a luz.
A las 12 vinieron mis padres y nos fuimos a dar un paseo con ellos. Las contracciones ya empezaban a sentirse y me costaba estar de pie. Para cuando llegara del paseo ya estaba programado que me pusieran la walking epidural y seguidamente la oxitocina sintética. Creo sinceramente que ese fue mi gran error. A día de hoy no me culpo por ello e hice lo que sentí era lo mejor en ese momento, pero no escuché a mi cuerpo, el cual ya estaba más que preparado para dar luz sin más ayuda que yo misma y una matrona.
Los dos anestesistas que vinieron no fueron más que geniales. Me acuerdo que cuando empezaron a anestesiarme y mientras uno me sujetaba yo me transporté a otro universo. Visualizaba a Isabel entre mis brazos mientras paseábamos por la playa. Una herramienta que aprendí en el curso del hipnoparto fueron las visualizaciones. Bendita herramienta. No sé qué hubiera sido de mí sin ella.
Después de eso, me quedé sentada en la cama porque esta podía reclinarse. Pensé que la gravedad me ayudaría en el proceso. Las siguientes horas, me relajé, respiré, visualicé y me repetí las afirmaciones positivas mientras sentía una gran presión ahí abajo. No sentí ningún dolor pero sí sentía las olas uterinas, y agradecía a cada una de ellas porque me iban acercando a conocer a Isabel.
Sobre las 4 vino Emma. Me pidió permiso para hacerme un tacto, me dijo que posiblemente quedaban bastantes horas para dar a luz. Y sorpresa! estaba dilatada entera. Abracé a Henry y empecé a llorar con una risa nerviosa, no me lo podía creer. Me acuerdo que Emma le preguntaba a Henry si eso era que estaba triste o contenta. Él contestó que estaba muy contenta.
En algún momento del proceso Emma me terminó de romper la bolsa. No recuerdo exactamente cuando.
Una hora más tarde empecé a empujar. Emma me guiaba, pero yo sentía cuando venía cada una de las olas. Al rato, intentamos cambiar de posición. De un lado, del otro… Me puse de rodillas apoyada sobre la cama y yo sentía que no pasaba nada. Empecé a titiritar y tener convulsiones, aún así yo seguía pujando. Mientras Isabel saliera, yo aguantaría todo lo que fuera necesario. Empecé a encontrarme muy mal y vomitar. Después de una y media intentándolo creo que mi cuerpo dijo basta y Emma llamó a la ginecóloga. Las pulsaciones de Isabel no estaban bien. Me quitaron la oxitocina y pararon el parto. La ginecóloga me reconoció y el pelo de la cabeza de Isabel no estaba ahí tal y como había comprobado Emma anteriormente. Isabel se había girado y no había forma de que saliera.
Creo que en ese momento se me cayó el mundo encima y entré en un estado shock. Lo único que podía hacer por mi hija era dejarme llevar por el consejo profesional. Yo ya no tenía capacidad de decisión ninguna y no sabía qué era lo correcto y que no. La ginecóloga me explicó que me iban a llevar a quirófano, Isabel tenía que salir. Me prepararon para cesárea, pero al final fue con fórceps. Mientras me preparaban y me preguntaban cosas yo me fui a la playa a pasear con Isabel entre mis brazos. Doy gracias todos los días por haber hecho ese curso de hipnoparto. Sin muchas de las herramientas que aprendí creo que todo hubiera salido mucho peor.
Al escribir esto me pongo muy muy triste. Aquello fue muy alejado del parto soñado y siento que no pude hacer nada más por mi hija.
Si este texto ayuda aunque sea a una mujer, habrá merecido la pena.
Con este testimonio no pretendo ni meter miedo, ni dar pena, ni ponerme en contra de la intervención en el parto. Pero sí reivindicar que cada mujer tiene su tiempo, que el parto es algo fisiológico y que no es normal que hoy en día no se tengan o no se ofrezcan todas las opciones disponibles que nos da la ciencia y el conocimiento en un hospital del primer mundo para dar a luz o que te tengan que intervenir porque no entres dentro de unos porcentajes o tiempos de un protocolo cuando mamá y bebé están bien.
Me consta que hay muchas mujeres que pasan por experiencias parecidas y esto puede ser totalmente traumático para ellas con unos daños psicológicos y físicos importantes.
Démosle al parto la importancia que tiene. HAY MUCHO QUE MEJORAR.
Es una experiencia única y que te marca para toda la vida.
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